Lo que ante la opinión pública se intentó matizar como un «paso al costado» o una decisión personal, en las bambalinas de la política nacional parece tener un tinte mucho más pragmático y contundente. Fuentes cercanas al colectivo de exgobernadores conocido como «La Fuerza de las Regiones» revelan que Juan Guillermo Zuluaga no renunció voluntariamente; le pidieron la renuncia.
Este movimiento marca el primer gran cisma de una coalición que prometía descentralizar el poder, pero que ha terminado enfrentándose a sus propios demonios: la desconfianza interna, la falta de reconocimiento nacional y las maquinarias desgastadas.
El detonante: La encuesta de la discordia
La crisis se precipitó cuando el exgobernador del Meta, Juan Guillermo Zuluaga, publicó una solicitud para realizar una encuesta que definiera su continuidad. Esta jugada individualista cayó como un balde de agua fría entre los demás integrantes del grupo.
Según fuentes internas, existían acuerdos previos de no llegar a esas instancias prematuras. La maniobra de Zuluaga fue interpretada no como un acto democrático, sino como una estrategia para forzar una validación que no tenía, provocando una división inmediata. Ante la ruptura inminente y los antecedentes de deslealtad a los acuerdos, el bloque optó por cortar por lo sano: pedirle a Zuluaga que declinara para dar paso a Aníbal Gaviria, una figura con mayor peso específico en el tablero nacional.
La paradoja del territorio: Mucho turismo, poca base
El análisis crítico de la campaña de Zuluaga revela una desconexión estratégica alarmante. Durante semanas, se vio al exmandatario llanero recorriendo departamentos ajenos a su influencia natural, como Cesar, Antioquia, Santander y Casanare, intentando pescar apoyos en feudos donde sus colegas exgobernadores ya tienen el control.
Sin embargo, lo que encendió las alarmas de sus socios fue el abandono de su propia plaza. Zuluaga no mostró recorrido ni presencia en los municipios del Meta, el departamento que supuestamente era su fortín. Para los miembros de «La Fuerza de las Regiones», esto generó una sospecha legítima: ¿Cómo pretende un candidato conquistar el país si no cuida su propia casa?
Números rojos y maquinaria forzada
La realidad de las cifras terminó de sepultar la aspiración del llanero. Las encuestas internas fueron demoledoras: Zuluaga, pese a haber sido Ministro de Agricultura y Gobernador, sigue siendo un desconocido para el gran público nacional, perdiendo incluso contra el «voto en blanco».
Su visibilidad dependía casi exclusivamente del apalancamiento de los otros integrantes del grupo, ya que por sí mismo no lograba generar tracción. Pero el dato más preocupante llegó desde el propio Meta. Al indagar sobre la recolección de firmas, el colectivo descubrió que las cifras eran mínimas, a pesar de las denuncias sobre presiones a contratistas de la gobernación para conseguir las rúbricas bajo la amenaza de su estabilidad laboral. Ni siquiera con la maquinaria operando a marcha forzada se lograron los objetivos esperados.
El viraje hacia Gaviria
La cumbre en Cartagena fue el escenario final. Ante la evidencia de una campaña que hacía agua —con bajos números, desconfianza entre socios y una base regional debilitada—, los exgobernadores solicitaron a Zuluaga que se apartara.
El objetivo ahora es reagrupar el capital político en torno a Aníbal Gaviria, quien, a diferencia de Zuluaga, cuenta con un reconocimiento nacional que permite a la coalición soñar con una candidatura presidencial viable. La salida de Zuluaga no es solo el fin de una aspiración personal, es el síntoma de que «La Fuerza de las Regiones» está dispuesta a sacrificar a sus propios alfiles con tal de sobrevivir en la contienda por la Casa de Nariño.





