Hace 60 años, el béisbol colombiano obtuvo un título mundial con una selección integrada por peloteros bolivarenses, atlanticenses, cordobeses, magdalenenses y sanandresanos, en el templo de la pelota nacional, como lo fue el estadio Once de Noviembre de Cartagena, el 27 de febrero de 1965, para repetir la historia de 1947.
Por Raúl Porto Cabrales
Historiador y periodista deportivo Primer Tiempo
Fui testigo presencial de ese acontecimiento, asistí a toda la programación del torneo, desde la fecha de su inauguración. Desde el año anterior había incursionado en el periodismo deportivo y cubrí para el vespertino El Pueblo, detalles y pormenores de la Serie. Para ello, todas las tardes me volaba con varios compañeros de las aulas del colegio Liceo de Bolívar –ubicado en la parte de atrás del estadio– en donde adelantaba estudios de bachillerato, para no perdernos detalle alguno. Para mí fue una experiencia inolvidable, solo tenía 14 años de edad.
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El historial
No nos digamos mentiras, ganar la serie mundial no figuraba en los planes de nadie. La última salida del béisbol colombiano en ese tipo de torneos había sido en 1953, en el marco de la XIV en Caracas, en donde se ocupó un modesto séptimo lugar, entre 11 novenas, luego de ganar tres partidos y perder siete.
Más recientemente, en 1962 se había participado en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Jamaica, en donde Colombia terminó en el último lugar, al obtener una sola victoria y cinco reveses. De manera que por todo ello no se daban grandes esperanzas de llegar a la cumbre. Además, solo de pensar que asistirían Cuba y Venezuela, estaba dicho todo.
Los preparativos
El 16 de abril de 1964, Colombia consigue la sede de la XVI Serie Mundial, dentro del marco de la Asamblea de la FIBA realizada en México, en l cual actuó como delegado de nuestra representación, el presidente de la Acobe, Luis Sierra Sabalza. Participaron 14 delegados de igual número de países y la votación fue un tanto reñida.
Colombia obtuvo siete votos, contra cinco de Nicaragua y dos de Cuba. El torneo se fijó para el mes de diciembre de aquel año, pero no se pudo hacer para esa fecha, porque el Comité Organizador no se conformó a tiempo. En agosto, la FIBA ratificó la sede.
Luego de sortear muchos inconvenientes, entre ellos la negativa del gobierno nacional a autorizar el visado a los beisbolistas cubanos, Cartagena y Barranquilla lograron sacar adelante entre el 12 y el 27 de febrero de 1965, la XVI Serie Mundial de Béisbol.
El 20 de diciembre de 1964, la Acobe escoge un preseleccionado integrado por 28 peloteros que se dividen en dos equipos: A y B, al mando del Cobby Flórez, con base a lo que se vio en el campeonato nacional jugado en Medellín y se nombra como mánager al dominicano Juan Delfino Bragañita García y al cubano Antonio Loco Ruiz, como coach.
Bragañita García no aparece, porque tiene problemas con la visa y se llega a proponer el nombre del cubano Tony Pacheco, para que dirija al equipo. Pacheco era conocido de la afición por su actuación en la pelota profesional colombiana en la década de los 50, en el equipo Vanytor de Barranquilla.
El día 21 de diciembre, el Cobby Flórez reduce la nómina a 22 jugadores, el día 31 llega Pacheco –vinculado a los Colts de los Astros de Houston– para cumplir un llamado de la Acobe y el 4 de febrero es nombrado manager, acompañado por Cobby Flórez como asesor y el Capi Castillo, Champeta Martínez y Jaime Del Valle, en los respectivos cajones de primera y tercera.
El 9 de febrero, Pacheco escoge su tropa. Son excluidos Teófilo Gutiérrez, Adán Pereira, Gabriel Martínez y Alfonso Lambis. Se queda el zurdo samario Juan Guerrero, simplemente como cuota política del Magdalena; se prefiere a Bonfante por Gutiérrez en la receptoría, solo para cumplir un capricho de los directivos; se sacrifica al Blacky Martínez por dejar a Cordero como cuota cordobesa.
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La nómina del equipo campeón
Manager: Antonio Tony Pacheco (Cuba).
Coachs: Manuel Capi Castillo, Jaime Delvalle, Néstor Champeta Martínez y Julio Cobby Flórez.
Receptores: Gerardo Pájaro Guzmán y Esteban Bonfante.
Interiores: Guillermo Regadera Rodríguez, Wilfrido Charúa Rodríguez, Ubaldo Diablo Salinas, José Miguel Corpas, Edmond Cordero y Milcíades Maestro Mejía.
Jardineros: Oscar Luis Rompechécheres Gómez, Luis de Arco, Tomás la Canasta Moreno y Martín Austin.
Lanzadores: Rafael Papá Castro, Isidro Herrera, Ascensión Chencho Díaz, Astolfo Alvear, Arthur Forbes y Juan Guerrero.
En nueve días –después de una tarea ardua y benéfica- Pacheco transformó el equipo, inculcándole mentalidad ganadora, espíritu batallador, optimismo, confianza en sus habilidades y buena mística. Él era un verdadero sicólogo deportivo y con sus conocimientos y la gran experiencia que lo acompañaba fue capaz de transformar a un equipo del cual no se esperaba mucho en ser campeón, porque esa novena jugó con una enorme inspiración para alzarse con el banderín, ya que sus integrantes dieron el máximo de su rendimiento.
Nadie creía en el equipo y máxime después del rotundo fracaso en los Juegos Centroamericanos y del Caribe del 62, en Kingston, en donde había quedado en el último lugar. La primera tarea del cubano fue hacer un trabajo con los peloteros para borrarles de la mente ese fracaso, que los tenía en un grado de complejo de inferioridad que no se podía ocultar.
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La inauguración
La ceremonia de inauguración se efectuó el viernes 12 a partir de las cinco de la tarde, ante un estadio abarrotado por 30 mil personas, que dejaron 97 mil pesos en taquilla. El maestro de ceremonias fue el periodista Melanio Porto Ariza. Los equipos desfilaron en el siguiente orden: Aruba, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Puerto Rico y cerró Colombia, delegación que iba encabezada por siete de las viejas glorias del 47, quienes recibieron un saludo con pañuelos blancos y un atronador aplauso, como nunca antes se había escuchado en la ciudad.
Detalles de la serie
El partido inaugural de aquel 12 de febrero en Cartagena corrió a cargo de las novenas de República Dominicana y Guatemala, que ganó el primero 3-1. Al día siguiente la inauguración se realizó en Barranquilla y Cartagena, de manera simultánea. En la Arenosa se midieron México y Aruba, partido en el cual los aztecas se impusieron 6 carreras por 0.
Los resultados de los juegos realizados por la novena colombiana fueron los siguientes: El 14 de febrero, en Cartagena el equipo nacional debuta frente a Aruba y sale victorioso, 3 carreras por 0, con pitcheo de Rafael Castro quien solo permitió cuatro sencillos.
Al día siguiente en Barranquilla le dan tremenda paliza a El Salvador 15 carreras por 1, apoyados en los 18 incogibles conectados y el hermético pitcheo de Ascensión Díaz, quien solo permitió tres hits.
El 16 de febrero en el estadio Once de Noviembre el lanzador sanandresano Arthur Forbes gana un juego apretado a Panamá, 2 carreras por 1. Pero el 17 en el mismo escenario la artillería colombiana es maniatada por los boricuas al solo conectar tres sencillos y cae derrotado el equipo nacional 3 carreras por 2, cargando con el traspiés Ascensión Díaz.
La próxima salida colombiana se produce el día 18 y es en el estadio Tomás Arrieta de Barranquilla. Con excelente labor monticular del novel Isidro Herrera, se vence a Guatemala 9 carreras por 0, apoyados en los 15 incogibles conectados y en los solo tres martillados por los rivales. Al día siguiente vuelve la selección a presentarse en el gramado tomasino y esta vez el rival es Nicaragua, a quien el veloz Arthur Forbes le propina una blanqueada de 4 carreras por 0.
El 20 de febrero otra vez actúan los colombianos en Barranquilla, y esta vez, en un juego no apto para cardíacos, se consigue una victoria luchada hasta el final, venciendo 5 carreras por 4 con base en un pitcheo inteligente y recursivo de Ascensión Díaz a la novena azteca. Al día siguiente en Cartagena el juego ante República Dominicana es de todo o nada.
Una derrota envía al equipo al tercer puesto, una victoria lo pone al tope de la tabla y depende de lo que haga México ante los quisqueyanos el día 22, juego que ganaron los manitos. El partido se ganó 3 carreras por 2, gracias al excelente trabajo en la loma de los sustos de Rafael Castro, a quien solo le dieron dos incogibles.
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La serie extra entre México y Colombia
Colombia y México terminaron empatados en el primer lugar, con siete victorias y una derrota cada uno, lo que trajo por consecuencia que se programara una serie extra de tres juegos, todos realizados en Cartagena.
El día 25 de febrero se jugó el primero y lo ganó México 4 carreras por 2, cargando con la derrota Ascensión Díaz; el viernes 26, la situación se igualó, cuando Colombia venció 11 carreras por 5, con victoria de Rafael Castro. El título se definió el sábado 27, cuando el equipo de casa obtiene una nítida victoria de 4 carreras por 0.
Ese partido decisivo fue lanzado por el novel pitcher Isidro Herrera, quien fue el héroe de la serie, al realizar un monumental “pitcheo”, para permitirles a los aztecas solo dos hits en los nueve episodios jugados.
La finalísima empezó a las cuatro de la tarde, cuando ya al estadio no le cabía un alma más. Hasta en la malla del back stop había gente adherida, haciendo equilibrio para no caerse, semejante a la hiedra sobre una pared. El ambiente era tenso, se podía palpar; la temperatura era ardiente; la bulla perforaba los oídos. Los altoparlantes no se escuchaban, los exóticos radios transistores eran un murmullo. Colombia fue visitante en ese partido.
Desarrollo del juego
Colombia abrió la senda del triunfo en el segundo episodio, cuando anotó una carrera por parte de Tomás Moreno, quien corría en la inicial, impulsado por la conjugación de un hit disparado por Gerardo Guzmán al jardín derecho y un error cometido por Miguel Vega, patrullero de ese sector.
Como hecho curioso de esta acción, recordamos que un comerciante de la ciudad de Cartagena había ofrecido regalar una docena de pollos a quien anotara la primera carrera del juego, premio que se llevó Moreno.
En el acto siguiente, el equipo colombiano nuevamente combina la velocidad, el corrido de las bases y el bateo oportuno, cuando anota dos carreras en las piernas de Luis de Arco y José Miguel Corpas, “ayudados” por otro error fatal cometido por Miguel Vega. A partir de la cuarta entrada se produce un sensacional duelo de lanzadores, para darle más dramatismo al juego. Herrera empieza en sacar de a tres a cada tanda mejicana, respaldado por las “cogidas” que hacían sus jardineros y campo interior.
Hasta que en el noveno episodio, viviéndose una verdadera locura en las graderías, en donde se ven velas encendidas y el desfile de cientos de aficionados cargando un ataúd de color negro que llevaba una cinta morada con la leyenda: “Aquí yace México”, se anota la cuarta carrera, la “puntilla” para los manitos, que le pone sello final al partido, al batear Ubaldo Salinas un cañonazo que se convierte en doble y es alargado al home, por error del lanzador Hernández.
Cuando el equipo sale a servir la conclusión del noveno, el público entona el himno nacional, la adrenalina llega al máximo, sólo un milagro enorme les quita el triunfo a los colombianos. Bernardo Calvo abre con roleta a Salinas y este comete error al tirar mal a la inicial, llegando a segunda base; Mario Garza muere con elevado a las manos de Tomás Moreno. Faltan dos outs.
El estadio vibra, la gente se abraza; José Patiño saca una línea seca a las manos de Corpas y van dos outs. Le toca al cuarto bate Carlos Sandoval, la locura es indescriptible. El primer lanzamiento de Herrera es bola mala, el segundo es foul y el tercero es un bomboncito en foul por la primera base, que “Regadera” Rodríguez captura. Se acaba el juego. Eran las 6 y 45 minutos de la tarde. De miles de gargantas brota un solo grito, como si todos se hubieran puesto de acuerdo: “¡Viva Colombia!”.
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Locura y viaje a Bogotá
Lo que siguió fue la locura colectiva: banderas agitadas, risas y lágrimas. La fuerza pública fue insuficiente y no pudo controlar a esa marea humana desbordada e impetuosa. El estadio no se entendía, era un manicomio en donde se mezclaban saltos, gritos, llantos, se llegó al clímax de la emoción y como se pudo, se realizó la premiación, en donde la selección recibió el bello trofeo que la acreditaba como campeona.
Se produjo el milagro, el equipo merecía ser el campeón porque había jugado una pelota de altos kilates, llena de mística y de mucha vergüenza, sin amilanarse ante los rivales. Después vino un desfile por la avenida Pedro de Heredia, que paralizó el tráfico de esa tarde gloriosa.
Durante ese recorrido se produjo el hecho que el trofeo sufrió algunos daños, cuando se le escapó de las manos a José Miguel Corpas, quien iba sentado sobre el capot del bus en que hacían el desfile, que frenó bruscamente en la esquina de la calle de la Medialuna con la Luis Carlos López, en el lugar en donde se encontraban el monumento de las antiguas botas.
Al día siguiente fueron despedidos en el aeropuerto por más de cinco mil personas. Ese día, primero de marzo, fue declarado por el alcalde Juan Pupo Mora, día cívico en Cartagena.
Comenzaban los halagos y las promesas, el impacto emocional que provocó el triunfo, se conmovieron las más íntimas fibras patrióticas y repercutió por todo el territorio patrio. Se habló que finalizaba una era de infortunios y comenzaba otra completamente diferente, de triunfos y grandes avances.