Los lagos artificiales de los cultivos de flores que rodean la sabana de la capital colombiana, Bogotá, se han convertido en un refugio crucial para cientos de especies de aves que antes dependían de los humedales naturales, los cuales se han ido reduciendo drásticamente.
Estos cuerpos de agua, diseñados originalmente para el riego de las flores, poco a poco se han ido transformando en espacios donde las aves anidan, se alimentan y encuentran sitios de descanso, especialmente para aquellas que están en migración.
Los lagos artificiales de la empresa Florval, en la localidad de Nemocón, en el departamento de Cundinamarca, son el hogar de la tingua moteada, un ave típica y endémica de los cuerpos de agua de la cordillera oriental de los Andes colombianos.
Esta ave, que hace una década se encontraba en peligro crítico de extinción debido a la pérdida de gran parte de sus entornos naturales en las últimas cinco décadas, se deja divisar lentamente en medio de los densos matorrales en uno de los bordes del humedal.
Avistarla, dice el grupo de biólogos de la Asociación Bogotana de Ornitología (ABO), es un “indicador” de la buena calidad del agua del lago, el cual retiene el 57 % de las aguas lluvias con las que se riegan los cultivos de flores.
“La tingua moteada es un ave emblemática para los floricultores en el país porque estaba en peligro crítico de extinción. Ya no está en peligro crítico, aunque sigue siendo muy vulnerable, pues la pérdida de los humedales fue una de las causas que más la afectaron. Sin embargo, ha logrado adaptarse a estos espacios”, dijo a la Voz de América Carlos López, presidente de ABO, quien ha podido identificar en estos cultivos de flores unas 175 especies de aves.
Colombia cuenta con cerca de 2.000 especies de aves, es decir, el 20 % de todas las variedades que existen en el mundo. Sin embargo, 1.500 de ellas se encuentran vulnerables a los impactos del cambio climático.
Desde hace más de una década, decenas de fincas dedicadas al cultivo de flores en la sabana de Bogotá y en el departamento de Antioquia se comprometieron a transformar sus lagos para garantizar la supervivencia de las aves, especialmente la tingua moteada, que se ha convertido en símbolo de biodiversidad para los floricultores.
“Realizamos un inventario de qué aves existían en los cultivos de flores y en qué situación se encontraban. Descubrimos que una de esas especies, la tingua moteada, estaba en estado crítico de extinción. A partir de ahí se tomaron muchas acciones relacionadas con la calidad del agua de los reservorios para que esta ave pudiera adaptarse mejor junto a otras especies”, comentó Augusto Solano, presidente de Asocolflores.
En el cultivo, donde cientos de empleados cuidan detalladamente las rosas, crisantemos, hortensias, lirios y claveles, flores que Colombia exporta a sus principales destinos en Europa, Japón y Estados Unidos, los ornitólogos de ABO observan tinguas, cormoranes, chamiceros, guacos, copetones y unas 20 especies de aves más.
“Todo lo orgánico que genera la finca se composta y se vuelve a utilizar en todo nuestro proceso. Además, hemos venido implementando unos espacios idóneos para la conservación y para albergar migraciones, sobre todo de avifauna, manteniendo el hábitat de los lagos donde estos animales se sienten cómodos”, relató Daniel Sáenz, propietario de la empresa floricultora Florval.
Por eso, de cara a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16), Asocolflores y ABO retomaron el estudio “Las Aves de las Flores” para evaluar la biodiversidad que habita los cultivos de flores, garantizar los ciclos de vida de las aves y mostrar los resultados de cómo la agricultura puede cumplir un rol esencial en la conservación de estas especies.
“De cara a la COP16, Colombia asumió un compromiso en la COP15 en torno a la biodiversidad, y lo que hemos hecho desde la floricultura para proteger a las aves será parte de ese reporte y de ese informe de avance de Colombia”, dijo a la VOA Augusto Solano, presidente de Asocolflores.
Por último, López destacó que “este tipo de ejercicios, donde la agricultura genera buenas prácticas, está enmarcado dentro de los objetivos de la COP16, y este estudio es parte de uno de esos propósitos de conservación de la cumbre de las especies en todo el mundo”.
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